4 de marzo de 2015

GERNIKAKO ARBOLA

                 
     Gernikako Arbolari

Atzo Gernikan landatu zuten zugaitzaren ernamuin berria, denok dakigun bezala euskaldunarentzat  sinbologi andia du eta Iparragirren kantuak denok unkitzen gaitu.
Orain dela urte batzuk billatu nuen internetean (non beztela) emakume idasle batek Gernikako arbolari ezkeinitako poesia.
Bera da,  Gertrudis Gomez de Avellaneda.Cuban jaioa 1814ean idaslea eta poeta, femenismoa ekarri zuen Espaniara eta bere garaian ospe aundia izan zuen hispanoamerica osoan.
"LA REGENTA" Irakurtzen ari gara eta Gertrudis G. de Avellaneda garai honetan, Isabel II ren atzetik hurrengoa emakumetan boteretzuena homen zen.Bere biografia oso intersgarria, da nahiz eta ezin dena hemen erakutzi.


Hemen poesia:

¡Me hallo en Guernica! Ese árbol que contemplo,
Padrón es de alta gloria
De un pueblo ilustre interesante historia
De augusta libertad sencillo templo,
Que -al mundo dando ejemplo-
Del patrio amor consagra la memoria.
Piérdese en noche de los tiempos densa
Su origen venerable;
Mas, ¿qué siglo evocar que no nos hable
De hechos ligados a su vida inmensa,
Que en sí sola condensa
La de una raza antigua e indomable?
Se transforman doquier las sociedades;
Pasan generaciones;
Caducan leyes; húndense naciones
Y el árbol de las vascas libertades
A futuras edades
Trasmite fiel sus santas tradiciones.
Siempre inmutables son, bajo este cielo,
Costumbres, ley, idioma.
¡Las invencibles águilas de Roma
Aquí abatieron su atrevido vuelo,
Y aquí luctuoso velo
Cubrió la media luna de Mahoma!
Nunca abrigaron mercenarias greyes
Las ramas seculares,
Que a Vizcaya cobijan tutelares;
Y a cuya sombra poderosos reyes
Democráticas leyes
Juraban ante jueces populares.
¡Salve, roble inmortal! Cuando te nombra
Respetuoso mi acento,
Y en ti se fija ufano el pensamiento,
Me parece crecer bajo tu sombra,
Y en tu florida alfombra
Con lícita altivez la planta asiento.
¡Salve! La humana dignidad se encumbra
En esta tierra noble
Que tú proteges, perdurable roble,
Que el sol sereno de Vizcaya alumbra,
Y do el Cosnoaga inmoble
Llega a tus pies en colosal penumbra!
¿En dónde hallar un corazón tan frío,
Que a tu aspecto no lata,
Sintiendo que se enciende y se dilata?
¿Quién de tu nombre ignora el poderío,
O en su desdén impío,
Tu vejez santa con amor no acata?
Allá desde el retiro silencioso
Donde del hombre huía
-Al par que sus derechos defendía-,
Del de Ginebra pensador fogoso,
Con vuelo poderoso,
Llegaba a ti la inquieta fantasía;
Y arrebatado en entusiasmo ardiente
-Pues nunca helarlo pudo
De injusta suerte el ímpetu sañudo-,
Postró a tu austera majestad la frente
Y en página elocuente
Supo dejarte un inmortal saludo.
La Convención Francesa, de su seno
Ve a un tribuno afamado,
Levantarse de súbito, inspirado,
A bendecirte, de emociones lleno
Y del aplauso al trueno
Retiembla al punto el artesón dorado.
Lo antigua que es la libertad proclamas,
-¡Tú eres su monumento!-
Por eso cuando agita raudo viento
La secular belleza de tus ramas,
Pienso que en mí derramas
De aquel genio divino el ígneo aliento.
Cual signo suyo mi alma te venera,
Y cuando aquí me humillo
De tu vejez ante el eterno brillo,
Recuerdo, roble augusto, que doquiera
Que el numen sacro impera,
Un árbol es su símbolo sencillo.

Mas, ¡ah!, ¡silencio! El sol desaparece
Tras la cumbre vecina,
Que va envolviendo pálida neblina...
Se enluta el cielo, el aire se adormece,
Tu sombra crece y crece...
¡Y sola aquí tu majestad domina!

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